El papa Francisco ha heredado el fracaso más notorio de
Juan Pablo II en el tema del abuso sexual: la orden de los Legionarios
de Cristo, que el papa polaco y sus principales colaboradores pusieron
como modelo, se gún reporta Associated Press.
Francisco, quien canonizará a Juan Pablo II el 27 de abril, debe
decidir si firma un proyecto de tres años para reformar al Vaticano,
impuesto después de que la legión admitió que su fallecido fundador
abusó sexualmente de varios seminaristas y que tuvo tres hijos. Sin
embargo, el reconocimiento hecho por la legión en 2009 sobre la doble
vida del padre Marcial Maciel no fue noticia para el Vaticano.
Documentos de los archivos de la entonces Sagrada Congregación para
Religiosos mostraron cómo una sucesión de papas —incluso a Juan XXIII,
que también será canonizado el próximo domingo— simplemente desestimaron
reportes creíbles de que Maciel era un artista de la estafa,
drogadicto, pederasta y un fraude religioso.
Para 1948, siete años después de que Maciel fundó la orden, la
Santa Sede tuvo documentos de enviados vaticanos y obispos en México y
España que cuestionaban la legitimidad de la orden de Maciel, subrayando
la cuestionable fundación legal de su orden y alertando sobre su
comportamiento “totalitario” y las violaciones espirituales a sus
jóvenes seminaristas.
Los documentos muestran que la Santa Sede estaba bien enterada del
abuso de drogas por parte de Maciel, de sus abusos sexuales y las
irregularidades financieras desde 1956, cuando ordenó una investigación
inicial y lo suspendió dos años para curarse de una adicción a la
heroína.
Sin embargo, durante décadas y gracias a la habilidad de Maciel de
mantener silenciados a sus propios sacerdotes, su habilidad para colocar
a legionarios confiables en puestos clave en el Vaticano y su cuidadoso
cultivo de relaciones con los cardenales vaticanos, obispos mexicanos y
católicos poderosos y acaudalados, Roma prefirió voltear a otro lado.
Juan Pablo II, que en 1994 dijo que Maciel era “una eficaz guía
para los jóvenes”, no estaba solo. Sus principales asesores fueron
también algunos de los más feroces defensores del líder legionario,
convencidos de que las acusaciones en su contra eran “calumnias”
arrojadas contra el mayor de los santos. Además, se vieron influenciados
por numerosos testimonios de obispos y otros sobre la grandeza de
Maciel, como lo señalan documentos de los archivos vaticanos.
El fraude de Maciel, uno de los más grandes escándalos de la
iglesia católica en el siglo XX, hace surgir preguntas incómodas para el
Vaticano de hoy sobre cuántas personas fueron ingenuas por tanto
tiempo. También hace dudar sobre cómo la propia estructura de la
iglesia, con sus valores y sus prioridades, permitieron que una orden,
como un culto, creciera desde dentro. También trae la pregunta de hasta
dónde debe llegar la responsabilidad por el daño hecho.
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