Por Carlos Nuñez.
Bajo el disfrazado
título “El sector no estatal en la economía cubana”, sesionó en Panamá un
pequeño foro con manifiestas intenciones de atacar a la Revolución Cubana y sus
autoridades, bajo la apariencia de “defensa a privados”.
Tal vez pudo
constituir un escenario para analizar el “restablecimiento de las relaciones
con Estados Unidos: Cuba 3.0; las PYMES cubanas en la era digital; el mercado
cubano: potencialidad y desafíos”, como algún medio local adelantó, pero ni una
breve reseña mereció después del anuncio.
El pobre auditorio
casi en su totalidad de cubanos residentes de Miami, fue “reforzado” después
con algunos jóvenes panameños, al parecer buscados al azar para “hacer grupo” y
aplaudir manidas consignas y frases hechas que mostró la pobreza intelectual de
los ponentes.
¡Importante!: en la primera fila un oyente
atento que peina escasas canas fue el anfitrión, en su condición de presidente
de la principal organización promotora, al menos públicamente.
¿Por qué su posición? Tal vez se trate de una
vendetta por la actitud digna de Cuba cuando en Naciones Unidas le impidió
hablar a nombre de un gobierno impuesto en Panamá por la invasión de Estados
Unidos, donde se discutía la resolución contra aquella criminal acción militar.
Un saloncito en un discreto hotel de la capital panameña, como a escondidas,
fue el lugar escogido por la institución patrocinadora de la “sociedad civil”
local, presidida por el multimillonario, aunque en un panfletito de
presentación aparece acompañada de otras dos “ilustres” organizaciones
radicadas en Estados Unidos.
En el lugar las
disquisiciones plagadas de errores estadísticos y conceptuales de los ponentes
encontraban el asentamiento de cabezas de personas que escuchaban “lo que
querían oír”, mientras los más distantes del tema conocían de primera mano
sobre los supuestos “horrores de Cuba”.
Cocinados en su
propia salsa, los protagonistas del encuentro se escuchaban a sí mismos en ese
intento por colocar a los trabajadores del sector privado en la isla en posiciones
políticas enfrentadas al Gobierno, quizás para buscar nueva “fuerza” para una
disidencia a la cual se le desmorona la falsa imagen que crearon del país.
Solo provoca risa que
en el intento por criticar todo lo que hace la Revolución Cubana, cuestionen el
término “cuentapropistas” y “sector no estatal”, como si el primero se usara
por primera vez y no tuviera versiones diversas en otros países, mientras el
segundo incluye a privados, cooperativas y empresas mixtas.
Según los monosabios,
el término correcto es “emprendedores”, que por demás reclaman -según uno de
los ponentes- para sí los trabajadores cubanos por cuenta propia: nada más
ridículo e irreal.
Los verdaderos
objetivos del encuentro fueron publicados el día previo en la declaración de
uno de sus “patrocinadores ocultos” y guardan poca relación con análisis
económicos: “El proyecto tiene como
objetivo gestionar un pensamiento independiente que sea la fuente generadora de
las políticas de cambio necesarias para la refundación de la nación cubana”.
Algo deslizaron en la
portada del programa donde se lee: “Iniciativas para el fortalecimiento de
grupos de la sociedad civil en Cuba”.
¿Guardará este
encuentro relación con la imposición de la presencia de terroristas en las
mesas de debate alterno de la pasada Cumbre de las Américas en Panamá?
Por lo pronto, la
realidad y los avances de la isla caribeña en su reconocimiento y legitimidad
molestan a estos voceros de tercera, quienes se conforman con un pequeño
espacio para hablar consigo mismos. Triste papel.
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